Dice una sentencia ocultista.
“¡Sólo adormeciendo a la Bestia es como puede despertarse el Hombre! “
Por eso todavía seguimos diciendo que la música, arte matemático psicológico de bien combinar los sonidos y el tiempo, es el medio más seguro de despertar puras emociones, intensos sentimientos, ideas trascendentes, nobles y hasta heroicos propósitos, y, en fin, toda la avasalladora policromía de los sublime, máxime si se asocia con los demás elementos integradores de la expresión artística.
Nada más cierto que esto, pero es muy posible, sin embargo, que hayamos desatendido la verdadera génesis psicológica y hasta ocultista que preside a la creación musical.
El compositor inspirado es, en efecto, un mago, un Prometeo, que en sus deliquios artísticos, en sus evocaciones al ideal trascendente, en el paroxismo, en fin en sus dolores y de sus esfuerzos como hombre, ha robado a los cielos de la Belleza una joya más de sus tesoros inagotables., para dársela a sus semejantes.
Es decir, que la sucesión de notas de la composición musical inspirada no es sino la corteza envolvente de aquellas emociones que, en análogas circunstancias y no de otro modo, puedes ser así transmitidas a otros, a través del espacio y del tiempo, pero que, en realidad, exigen para su debida apropiación por los oyentes, repetimos, el germen al menos de estados semejantes a los que precedieron a la creación musical…
¡Triste destino el del compositor, obligado a amasar su obra, para que sea fecunda, con pedazos de su propio corazón, al par que con el intenso esfuerzo de sus propias ideas!
Extraído de Wagner Mitólogo y Ocultista